Columna de Opinión
Por Roberto Gaete , 16 de septiembre de 2020

La digitalización de un ritual pagano

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No hay un espacio más intimo de camaradería que una parrillada casera. Al lado de las brasas candentes convergen los amigos, se establecen diálogos, asoman las bromas que nos hacen volver a la adolescencia, los recuerdos de juventud y anécdotas que hemos experimentado de adultos.

Para muchos, entre los que me incluyo, el acto de parrillar es un rito de masculinidad, una especie de encuentro de logia con elementos simbólicos, que en nuestros tiempos recibe la caricaturización de “Club de Toby”. Allí está presente el fuego como elemento central, los participantes que generalmente están unidos por estrechos vínculos familiares o de afinidad, alguna bebida espirituosa y por supuesto, la carne.

El dueño de casa se despoja de su oficio o profesión habitual, para pasar a ser un verdadero chamán que toma el control de la parrilla, y si bien puede aceptar consejos de los otros participantes; es quien tiene la decisión final de esa liturgia cárnica. Es él quien establece el momento de agregar la sal y su cantidad, la temperatura y el punto de cocción, la forma de servir. Ya previamente ha elegido cuidadosamente los cortes en el comercio habitual.

Estilos hay muchos, pero al menos en mi cofradía parrillera se come de pie, al lado del fuego, bajo la luz de las estrellas. El patio es el templo de esta especie de rito pagano, que probablemente hemos heredado de generación en generación de nuestros primitivos ancestros cazadores, en una especie de transmisión de conocimientos.

Al menos en mi grupo de parrilleros, el maestro de ceremonia, que no necesariamente es el asador, tiene la función de cortar trozos de carne en una tabla que es una especie de plato colectivo. En ese espacio lo único propio es el vaso, la copa de tinto, o la botella de cerveza.

Ese cuadro era un escenario frecuente, hasta la llegada del temido Covid19, que hizo que se apagaran los fuegos en estas latitudes, y que muchos chamanes de la parrilla iniciaran sus ritos en soledad. Pero no es lo mismo, ya que el asado es un elemento social por excelencia. Puede haber fuego, carne, sal y bebidas, pero si no hay amigos el rito pierde su poder, el de hacernos por unas horas olvidar el estrés de la vida moderna.

Hemos llegado al epicentro parrillero de nuestro calendario: Las Fiestas Patrias, y muchos no podrán reunirse con sus amigos al lado del fuego y la carne. Esto podría desmotivar a algunos, pero hoy la tecnología ofrece múltiples alternativas para no perder ese preciado contacto social. Con tantas herramientas de mensajería y videoconferencia presentes en computadores y celulares, la invitación es a digitalizar ese rito pagano. Hagamos videoconferencias mientras parrillamos, compartamos con nuestros cercanos esas mismas anécdotas, brindemos por nuestros deseos y soñemos con el fin de esta pandemia. Mantener la salud mental con estas actividades a distancia, nos permitirá estar en condiciones emocionales adecuadas cuando al fin, tras la retirada del virus, podamos volver juntos a encender el carbón o la leña.

Autor: 

Luis Américo Toledo

Periodista. Socio de la Agrupación Gastronómica de Los Lagos (Agall)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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